Cuando me di la vuenta puede ver muy cerca de mí, una espada que se incrustaba en el lomo de un toro, que casi al instante flexionó sus patas delanteras mientras de sus boca emanaba sangre a borbotones.
Quedó estupefacta, lívida. Italia caía pesadamente sobre la arena, con los ojos abiertos y la cabeza hacia el poniente.
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