Las malas intenciones

martes, 1 de julio de 2008

Dos cuentos cortos…. algo en común

Cuento uno
Un jardín de estilo francés; cosa que inconscientemente me hace retornar a mi pasado, una cortesana que servía en el palacio de Versalles; una boda real, el vestuario era exuberante y la decoración destellaba en dorados y estilo excesivamente romántico. La consumación del matrimonio era el siguiente paso y el ritual que tenían que seguir los futuros reyes era realmente incómodo, con espectadores y todo para cerciorarse de la unión.
La luz era brillante y corrieron las cortinas para vestir a la princesa y el momento de cambiarse era una penosa situación donde hasta los criados observaban su desnudez, su cuerpo a flor de piel y su alma también. Era un honor participar, según su jerarquía y parentesco.
Después de tiempo sin conocerse intimamente, ella aburrida y él dedicado a un taller donde fabricaba llaves, - llaves, otra vez regreso a mi pasado, esta vez es un sueño donde las cerraduras y llaves eran el escenario de algún juego cariñoso y platónico – él cazaba zorros acompañado de un séquito de caballeros, caballos y perros de raza recorriendo praderas y algo de neblina. La falta de contacto físico era de conocimiento de todos y era la comidilla del pueblo, es estéril, es frígida, está seca por dentro jamás florecerá; sus lágrimas de cristal brotaron llenos de frustración. Él le obsequió un lugar sólo para ella y su intimidad, pero la soledad a veces viene acompañada de néctares rojos destellantes y aromáticos, de risas embriagantes, de miradas seductoras y correspondidas, de caricias sutilmente compartidas y de exquisitas conversaciones de saludable arte y literatura.
La mirada de un conquistador, no sólo de pieles de terciopelo y corazones rosados, sino también de tierras enemigas, desbordó los ardores pasionales reprimidos de la princesa, macerada en la bebida del dios Baco, sucumbió ante la pasión que invitaba la noche y la tierna aventura que ambos guardarían por mucho tiempo.


Cuento dos
El otro amante
Tenía que viajar a París y llegué una noche de fresca lluvia. Mis familiares me esperaban en casa que estaba algo alejada del centro. Un amigo de la familia se había invitado sólo, era realmente perturbador, desde la primera vez pude sentir que el sonido desaparecía y todo iba más lento, los segundos eran deliciosamente eternos y podía dibujar con mis ojos su varonil rostro.
La fecha de matrimonio con quien compartía trabajo y aventuras en común; Jhonny, actor norteamericano, era inminente, los preparativos estaban todos listos, conociéndome, el poder del control que tengo con asuntos de organización habían logrado que el estrés se disipara. Pero como pensar en la posibilidad de sentir ilusión por alguien que apenas conocía ad portas de vestir de blanco y flores de jazmín. Ël, Fernando, historiador español, amante del arte, aparecía y encendía la habitación o el jardín dejando algún detalle como para recordarlo aunque no esté presente.
El lugar perfecto y romántico era París, Jhonny llegó desde la tierra del tío Sam, dias antes de lo esperado, por lo que me sorprendió disfrutando de una conversación encantadora, café y coñac y los cigarrillos que Fernando fumaba. De forma natural hice las presentaciones respectivas y me alejé aferrada en los brazos de quien me provocaba amor.

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